jueves, 16 de febrero de 2017

Una gota de infinito

Una gota de infinito
decidió hacer turismo
y el universo ilimitado
le dio cobijo.
Recorrió galaxias,
firmamentos, constelaciones,
sin previo aviso,
y todo lo que vio
lo había ya visto,
en su interior estaba escrito.
Un día se encontró
una tormenta en un abismo,
en ella se atrapó,
llevándola al vacío.
Y allí, en su inmensidad,
descubrió un planeta pequeñito,
poblado de gotas
que se creían dios mismo.
Vivían separadas,
en la ilusión de lo finito,
sin llegar a conocerse,
perdidas en el camino.
La gota se quedó,
su eternidad aposentó
en cada individuo,
dándonos así oportunidad
de reconocernos dioses vivos,
donde la separación
dejó de tener sentido.

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