jueves, 2 de febrero de 2017

Musa

Lo escribí hace un par de semanas cuando, inmerso en el miércoles más frio del invierno, caminaba en soledad por calles nocturnas que me abrigaban en el sol de mi presencia. Aquí y ahora con vosotros lo comparto.

 Sus dos ojos miran mi ausencia
rescatando del olvido
caminos intransitables.
Su nariz respira mi aliento
y perfuma el aire
llenando de aromas la superficie
por mis pulmones abarcada.
Su boca,
firme ladrona de mis besos,
me convierte en delincuente
con sólo rozarme sus labios.
Su cuello,
se yergue firmemente seguro,
enredándose en el mío
para no tener fin ni principio.
Su pecho,
refugio de mis andanzas,
invita al recogimiento perpetuo,
abrazado por dos colinas palpitantes.
Su vientre,
me lleva a la locura
de saberme el loco más cuerdo,
teniendo el mundo por montera.
Y más abajo...
me pierdo.
Me encuentro perdido
y perdido me encuentro,
para, una vez rendido,
reconocerme en su infinitud,
donde no existen los límites.

2 comentarios:

  1. Inmenso testimonio del cortejo del Amor humano, entero. Enhorabuena hermano, por tu poema.

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  2. Hermoso, sugerente.....apasionado. gracias juan, un regalo.

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